Este es uno de los últimos lugares que visitaré y tal vez uno de los más importantes por el hecho que desde hace mucho tiempo tenía pensado conocerlo, desde que ví cercana la posibilidad de viajar por Perú y por el hecho de tener una tarea quecumplir allí: entregar las fotos que mi amigo Edgard había hecho de los Uros en ese lugar.
Luego de llegar al embarcadero y preguntar a la gente del lugar: por Don Carlos, la Sra. Teodora y por Leandro, el artesano, me dijeron que los conocían y que debía ir a la Isla de Totora, que allí los encontraría, entonces compré un boleto ida y vuelta a la Isla de Totora por 10 Soles y una entrada a la Isla por 2 Soles.
Navegamos durante 30 minutos por el Lago Titicaca, el lago más alto del mundo, y cuando vas llegando al lugar te impresionas, ya que comienzas a ver un puñado de casitas: todas hechas de totora en donde viven los Uros y que además son flotantes, ya que están aproximadamente sobre unos 2 metros del Lago Titicaca. Cuando llegué a la isla fue bien recibido, ya que algunas personas ya sabían cuál era mi objetivo: compartir con ellos un regalo; unas fotos, en donde ellos eran los retratados, tomadas hace 2 años y que al fin conocerían.
Luego de saludar a todos los presentes, me hicieron pasar a su humilde casita de totora y me fui encontrado con la Sra. Teodora, con Don Carlos, con Jonathan y otras personas que vivían en el lugar y que estaban ansiosos por conocer mi relato. Mientras les leía una carta, ellos iban viéndose retratados en unas fotografías y se reían, hacían comentarios entre ellos, se mostraban las fotos unos a otros. Estaban muy contentos y yo con ellos, ya que me sentí como si los hubiera conocido hace mucho tiempo. Era parte de un momento especial e importante para sus vidas.
Conversamos mucho y compartimos también, ya que me invitaron a comer. Eran las 9.30 am y estábamos almorzando. Me sirvieron un plato de papas con chuño y choca; un ave silvestre parecida a la gallina. Estaba sabroso y además me sentí muy bien acogido y como un invitado especial.
Después de esto, salí a caminar por la isla, que no era muy grande, y fotografié el paisaje y a los niños que estaban en el lugar, a Don Carlos, a la Sra. Teodora. Luego me llevaron a la Isla Kontiki a dejar otras fotos para la familia Lucano y cuando volví me estaban esperando con algunos recuerdos de artesanía hechos de totora...
Qué más puedo pedir. Fue un momento muy especial e inolvidable vivido con los Uros.
Ahora espero que en el futuro, algún amigo o amiga se anime a ir a Perú y quiera visitar las islas de totora para que pueda llevarle las fotos que les saqué, que nos sacamos y que les prometí que algún día se las haría llegar.